ESTRENO EN CINE

'Tierra de nuestras madres': un cuento manchego universal cargado de humor (negro y chino)

Llega a los cines una surrealista historia narrada como un cuento sobre la España vaciada. Una comedia de humor que recuerda al estilo de Jose Luis Cuerda. Su directora y sus protagonistas cuentan más detalles.

Fotograma de 'Tierra de nuestras madres'

Fotograma de 'Tierra de nuestras madres'EFE I Revolutionary Press

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Liz Lobato, una actriz manchega, aunque nacida en un hospital de Madrid por echarle una mano a su madre, que ya había tenido muchos partos en su casa del pueblo, estrena este viernes en cines su primer largometraje, 'Tierra de nuestras madres', una comedia surrealista que es un "cuento chino" y una declaración de amor.

Rodada en blanco y negro para enfatizar su reivindicación de "lo auténtico, lo antiguo y las raíces", según ha explicado Lobato a EFE, la película cuenta a través de la voz en off de una cabra, Emilia, cómo unos especuladores (chinos) se hacen poco a poco con todas las tierras de los vecinos de Villacarrizo y los expulsan, con la anuencia de las autoridades, para levantar una fábrica.

"Es un cuento y se cuenta como se cuentan los cuentos: de manera simbólica, no quería que nada fuera literal, quería que se pasase enseguida a lo que hay debajo", señala Lobato.

Fotograma de 'Tierra de nuestras madres'
Fotograma de 'Tierra de nuestras madres' | EFE/Revolutionary Press

"Tierra de nuestras madres" es una película heredera del humor de José Luis Cuerda, con personajes almodovarianos y denuncias hondas y ácidas, como las que hacía Berlanga, además de tener muy cerca la estética neorrealista italiana de "Pajaritos y pajarracos", de Pier Paolo Pasolini, como inspiración y referente.

Así, Lobato nos lleva al municipio ficticio de Villacarrizo, muy parecido al Villacañas de Toledo donde rodó la película, en el que hay una preciosa laguna de 'sal de higuera' (magnesio) idéntica a la que nutre a Rosario, la dueña de Emilia, de la base para elaborar sus "mejunjes" sanadores: en realidad mezcla las sales con drogas de farmacia y hace felices a sus vecinos.

Es Emilia (a quien pone voz la madre de la directora, Vito) la única que percibe que algo malo va a pasar.

"Emilia es un personaje que, como Rosario, sobrevive en lo agreste, en lo más austero, y que tiene este espíritu de lucha. Ella come de todo, lo que sea -apunta Lobato-, y también tiene un punto chungo, como de demonio. Y luego está la ridiculez esta de las cabras, que saltan. Se dice: estás loca como una cabra. Es un símbolo muy interesante -considera la directora-, con muchas facetas".

"Y esta cosa de verlo todo, con esos ojos raros que tienen. Es como las madres, que lo ven todo", afirma la directora, guionista y productora de la cinta, actriz y profesora de interpretación los últimos veinte años. Un tiempo en el que ha hecho varios cortos, casi siempre con la misma idea de fondo de denunciar las expulsiones del mundo rural y hablar del abandono de los mayores.

La película "está llena de denuncias", pero contadas con sentido del humor, de ese "que nace de la desesperación", señala Lobato.

Cuando Rosario (inmenso el octogenario Saturnino García en el papel), que vive con su cabra, su burra y su hijo discapacitado Ofelio (José Luis Cruza) en las afueras del pueblo, se entera de que unos chinos están comprando todas las casas y hasta el campo de fútbol del equipo local, se resiste a los especuladores.

Saturnino García ha comentado con EFE que "Tierra de nuestras madres" habla "de la España vaciada, pero no solo de personas, también de conceptos y de espíritu bravo y noble". Que sigue aprendiendo "sin parar" y que cuanto mayor es, "más y mejor aprende". Y que un actor, cuando ve un papel difícil, va a por él como el torero: "a por el reto de vencer a la fiera".

"Es lo mismo hacer un hombre o una mujer (...) porque no hay nada más distante ni más cercano que un hombre y una mujer. Interpretar a una mujer para un actor, no tiene que imponer. Yo le vi la toquilla a mi abuela muchas veces y en cuanto me la pusieron sobre los hombros me la apañé con los brazos de aquella manera femenina que le había visto a ella, y salio Rosario. Fue muy sencillo", asegura el ganador de un Goya, mientras se ríe abiertamente.

Un artículo de Alicia G. Arribas

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