ENTREVISTA
Núria Espert, a los 89 años, suma y sigue: "No quiero volver a hablar de retiradas. Nunca"
Aunque hace un par de años se habló de que la actriz Nuria Espert iba a retirarse, asegura que fue un malentendido y que sigue con ganas de seguir trabajando a sus 89 años.
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Asegura Núria Espert que trabajar es lo que la mantiene viva a sus 89 años, que no le cuesta encontrar papeles interesantes (como el que la reunirá con Mario Gas) y que le siguen emocionando distinciones como la concedida recientemente por la Fundación Mapfre por toda una trayectoria que suma y sigue.
En una entrevista con EFE recuerda, sin embargo, cómo hace solo unos años una frase malinterpretada hizo pensar que se jubilaba definitivamente. "Me amargó la vida durante toda la gira. La gente arrodillada, una cosa tremenda, y fue culpa mía. Ahora no quiero volver a hablar de eso. Nunca", sentencia.
Con más de 80 montajes teatrales, una decena de largometrajes y nueve óperas, Núria Espert (Hospitalet de Llobregat, Barcelona, 1935) recibirá el próximo 8 de octubre de manos de la reina Sofía el Premio a toda una vida profesional José Manuel Martínez Martínez que entrega la Fundación Mapfre.
"La verdad es que (los premios) me gustan mucho; de pronto me encuentro con que en Zarraforrillos del Valle me dan uno y yo voy encantada porque así veo a esa gente estupenda que quieren demostrarme su cariño", asegura quien en 2016 recibió el Princesa de Asturias de las Artes.
Hija de una familia humilde, que fue al colegio "un ratito", con un padre carpintero y una madre que trabajaba en una fábrica, al rememorar sus inicios en este mundo siendo una niña, todo le parece "un regalo maravilloso".
Acababa de "quitarse las medias y ponerse zapatos", es decir, pasaba a ser "una mujer", cuando llegó uno de los momentos definitorios de su trayectoria profesional.
"Yo tenía 19 años y me contrataron en una compañía que iba a girar por toda España con Medea, con Elvira Noriega como primera actriz, que era la mejor de España. Como pasa en las películas, se puso enferma y no encontraban a nadie. Decidieron que probarían conmigo y eso cambió mi vida hasta hoy", cuenta sobre cómo llegó a uno de sus papeles más emblemáticos.
En su extensa carrera asoman muchos otros, como el de Yerma o el de El Rey Lear. "Ese fue bastante peligroso para mi cabeza y para mi alma. Eché ahí todo", confiesa.
Concede que la exposición al público hace de esta también una "vida peligrosa" y rememora sobre todo los años del franquismo. Recuerda por ejemplo 'Las criadas', que fueron prohibidas la noche del ensayo general.
"No dormimos en casa esa semana del miedo que teníamos, que nos amenazaban por teléfono. ¡Qué feo todo! ¡Y mi marido, qué tragos, irse a presentar a esa gente los textos, toda la documentación de que esa obra se representaba en el mundo entero y que no significaba lo que ellos decían", relata.
Ya en democracia, también tiene recuerdos sobre su estresante etapa como directora de escena en diferentes óperas como Madama Butterfly, de Puccini, en Convent Garden en Londres; Carmen, de Bizet, junto a Zubin Mehta; o Eletra, de Richard Strauss, que están entre las que recuerda con más orgullo.
"Yo me decía: ¡Pero si no he dirigido nunca y no he querido nunca dirigir! No sé qué me convenció. Entonces estaba dirigiendo La casa de Bernarda Alba con Glenda Jackson en Londres y me razonaron: Si puede usted dirigir a Glenda Jackson, puede con una ópera entera'", cuenta.
Una depresión que "acabó bien de milagro"
En un momento de su carrera, fruto del desarraigo constante y la tensión, acabó "quemadísima, con una depresión fuertecita". "Una historia que acabó bien de milagro porque tenía una mala pinta... Pero estuve muy apoyada por todo el mundo y me curé gracias a una doctora en Castellón de la Plana", recuerda, antes de añadir que, en agradecimiento, le regaló un bolso de Loewe.
Cuando se le pregunta cómo hace para mantenerse motivada a día de hoy, trae a la memoria la pandemia, cuando se quedó "tres meses completamente atontada". Recuperada, afirma que "los estímulos son que la gente te vaya a ver, que lo vivan y que les guste, o que no les guste".
"Vives la vida de tu comunidad, de tu país y de otros países donde se hace otro teatro maravilloso, con nombres que te ponen la piel de gallina de extraordinarios que son. Los actores y los directores empujan, empujamos, y nos importa mucho pensar que sirve para algo. Hay quien piensa que no sirve para nada. Yo creo que es una escuela de amor completamente", defiende.
En diciembre estrenará su próximo papel, Todos pájaros, de Wadji Mouawad, con Mario Gas en la dirección escénica, un proyecto que la tiene también muy emocionada, en contraste con lo que refleja la historia, situada principalmente en Israel, lo que lo convierte en un relato de plena vigencia.
"Me toca muchísimo esta obra, porque este es un momento disparatado, con esta cantidad de sangre y muertes, cuando se está pidiendo un alto el fuego, siquiera solo que pare usted un poco, y no se consigue", lamenta la actriz. Un artículo de Javier Herrero.
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