CONCIERTO

Lenny Kravitz, un Eros de 60 años, reparte amor en Madrid: "Nada que se necesite más ahora"

Lenny Kravitz conquistó Madrid este domingo, donde interpretó algunos de los grandes éxitos de su carrera.

Lenny Kravitz durante un concierto

Lenny Kravitz durante un conciertoAgencia EFE

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En su reciente videoclip TK421, Lenny Kravitz luce cuerpo a los 60 años como si el paso del tiempo no fuese con él, la misma vibración que Madrid ha experimentado este domingo al encontrárselo de nuevo enfrente, aún fuerte, vigoroso y consagrado al poder del amor en una era hostil.

"¡Somos tan afortunados de estar aquí y de tener otro día de vida, algo que no debemos dar por sentado! No todo el mundo se despertó hoy, pero nosotros sí y tenemos vida y un propósito, lecciones que aprender, una luz que prender y esa luz es la del amor. ¡No hay nada que este mundo necesite ahora más que amor y unidad!", ha proclamado durante su actuación.

Siete años hacía que este Eros estadounidense no actuaba en España, entonces también en el rebautizado como Movistar Arena, al que esta noche han acudido más de 15.000 personas, la pista bien apretada, hasta completar el aforo antes de sus dos próximas paradas en el país: el O Gozo Festival de A Coruña el 10 de abril y en el Navarra Arena de Pamplona el día 12.

Salvo por la ausencia de cortes de Circus (1995) y Black And White America (2011), el artista ha ofrecido muestra de prácticamente toda su carrera, desde sus inicios hasta su duodécimo álbum de estudio, el más reciente, Blue Electric Light (2024), del que ha tocado tres temas.

Hijo de un productor judío y de una actriz de raíces caribeñas y africanas, Kravitz ha hecho de la fusión y la coexistencia su marca tanto en la música, donde ha conjugado rock, funk y soul en diferentes grados a lo largo de sus más de 35 años de trayectoria, como en sus mensajes, "que somos uno, una raza humana, y que lo que le pase a uno le pasa al otro", ha insistido este domingo.

Ya lo hacía en 1989 con su primer gran éxito, Let Love Rule, que ha vuelto a poner en este concierto el cierre perfecto a casi dos horas de música que han arrancado chisporretantes con Bring It On para recordar por qué entre todas sus facetas también es un afamado guitarrista, en un mar bravío de rastas serpenteantes, como si fuesen de nuevo los 90.

Allí estaba: gafas de sol, cinturón de trabillas plateadas, torerilla de cuero y flecos largos, el pecho semidescubierto, como la pelvis, de oblicuos marcados y enfundada en unos ajustados vaqueros acampanados sobre botas de punta, acompañando un caminar vacilón con un baile oscilante de cadera.

Kravitz mantiene intacto el "mojo" espiritual, aunque lejos quedan aquellos años en que marcaba la pauta del rock, cuando ganó el premio Grammy a la mejor interpretación vocal de rock cuatro años seguidos, de 1999 a 2002, de lo cual ha quedado constancia en la edad media del público, más talluditos pero igualmente sometidos a sus dotes de seducción.

"¡Madrid! ¡Wow, os amo! ¡Estoy muy feliz de estar aquí con ustedes, todos juntos somos energía, somos amor y significa mucho para mí! ¡Puta madre!", ha exclamado en español en el arranque, parapetado por dos coristas y seis músicos, entre cuerdas, teclado y viento, entre ellos su inseparable Craig Ross y la icónica Jas Kayser a la batería, quien se ha llevado un buen puñado de aplausos.

Con sus soniquetes entre robóticos y funkys, pronto ha quedado claro el perfecto encaje al repertorio global del citado TK-421, que alude a un soldado imperial de Star Wars, en medio de una escenografía también un tanto espacial o discotequera, con plataformas de neón y toda la parte trasera forrada de pantallas.

La fuerza ha continuado con Always On The Run, el tema que grabó con su compañero de instituto, nada menos que Slash, así como con I Belong To You, la que primera que ha puesto al público en pie como si se hubiese apretado un interruptor, aunque no ha surtido el mismo efecto sus intentos por que los asistentes coreasen al unísono la letra de Stillness of Heart.

Los ritmos más seductores, entre luces encarnadas, han ocupado el ecuador con Honey, otro tema de la nueva hornada, y con el funk de Low, pero no ha llegado a perder la electricidad porque lo ha alternado con la distorsión guitarrera de Paralyzed y con la travesía fulgurante de The chamber, que ha culminado repantingado en unas escaleras en una pose merecedora de un meme.

"A Javier (Bardem) y a Penélope (Cruz)" ha dedicado al piano la romántica I'll Be Waiting, con un saludo extra a Estrella Morente y un viaje posterior a sus "años favoritos", desde 1991, con It Aint Over Til It's Over, hasta Again, ya en el 2000.

Y entonces, tras calentar los corazones y las pelvis, último vuelo a la estratosfera impulsado por el fuel "premium" noventero: su célebre versión del American Woman de The Guess Who, Fly Away con los brazos en alto, Are You Gonna Go My Way ya en plena ebullición (fogonazos mediante) y, como bis, prodigándose a pie de pista y con aparición sorpresa en grada, el mencionado Let Love Rule... y que mande el amor. Un artículo de Javier Herrero.

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