HERENCIAS Y SUCESIONES
¿Qué es una herencia ilíquida?
Entender la diferencia entre herencia y sucesión es esencial para manejar las obligaciones fiscales y legales antes de aceptar una herencia.
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Cuando una persona fallece, su patrimonio no pasa inmediatamente a manos de los herederos. Este proceso de transferencia de bienes, conocido como liquidación de la herencia, es fundamental para que los derechos y propiedades del fallecido tengan nuevos dueños. Hasta que la herencia no se reparte formalmente, la sucesión se considera ilíquida, lo que significa que los bienes aún no han sido asignados de manera definitiva.
La herencia se refiere al conjunto de bienes y derechos que el fallecido deja a sus herederos, mientras que la sucesión es el proceso mediante el cual se lleva a cabo el reparto de estos bienes. Es esencial entender esta distinción para comprender la naturaleza de la sucesión ilíquida, que permanece en ese estado hasta que se completa la partición de la herencia.
Este reparto, que se realiza ante un notario si no hay conflicto entre los herederos, o ante un juez si los hubiera, marca el fin de la sucesión ilíquida y la liquidación de la herencia. Sin embargo, aceptar una herencia no es una decisión simple, ya que implica asumir ciertas obligaciones fiscales.
Por ejemplo, si la herencia incluye acciones o fondos de inversión, los herederos asumen el coste de adquisición de estos activos según la fecha de fallecimiento del testador. Además, existe una norma fiscal conocida como plusvalía del muerto que exime a los herederos de pagar impuestos sobre las ganancias acumuladas de dichos fondos.
En el caso de heredar inmuebles, los herederos deben pagar no solo el impuesto de sucesiones, sino también la plusvalía municipal, un impuesto sobre el incremento del valor de los terrenos urbanos. Y si el heredero decide vender el inmueble, deberá abonar la plusvalía dos veces: primero como heredero y luego como vendedor.
Estas consideraciones subrayan la importancia de conocer las obligaciones que conlleva una herencia antes de aceptarla, ya que en algunos casos los costos fiscales y las deudas pueden superar los beneficios, convirtiendo una herencia en una carga en lugar de un legado.
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